Información
de Global Rhythm Press |
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Asombrando
a propios y extraños, Keith Richards ha escrito sus
memorias: asombro porque ha podido (ya que a estas
alturas nadie sospechaba que iba a conservar la vida
o la lucidez suficiente para empuñar el teclado) y
asombro porque ha querido (ya que los entes
satánicos no suelen acudir al confesionario). El
crítico Nick Kent compendia así su imagen en los
años setenta: «Era el gran lord Byron; era un
demente, era un depravado y era peligroso
conocerlo».
El aludido
disiente con irónica sonrisa, otros insisten, y este
libro viene a aclarar posibles malentendidos. Porque
aquí se disipan varias nieblas (transfusiones,
efusiones, agresiones, etc.) y se presentan
finalmente los hechos que el foco de la leyenda
había nublado: el uso y abuso de sustancias
tonificantes o estupefacientes no adquiridas en
farmacias; las variadas discrepancias con
autoridades más o menos sanitarias; los encuentros,
desencuentros y encontronazos con gendarmes de
diferentes países; la empedernida coalición con Mick
Jagger; los intermitentes, y a menudo explosivos,
contubernios con personajes como Dylan, Lennon,
Clapton, McCartney, Marley, Berry o Bowie, por citar
a algunos de los más ruidosos; las afinidades
electivas con sujetos de mucha cara o siniestra
catadura; los amoríos pasajeros, las semanas de
pasión y los dos amores contumaces (Anita Pallenberg
y Patti Hansen); las extenuantes sesiones de
grabación; la apacible vida rural en una mansión de
Connecticut franqueados los umbrales de la senectud
(aunque no de la madurez si consideramos las
penúltimas inhalaciones); los cuentos contados por
idiotas... Pero al final, más allá del ruido y la
furia (que, como es de rigor, nada significan)
emerge la música de los Rolling Stones, esa
incesante banda sonora que acompaña nuestras
convulsiones desde hace casi medio siglo.
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Fecha de venta del Libro |
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Lanzamiento a nivel
mundial
26 de
Octubre de 2010 |
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Lanzamiento en español
20 de
Noviembre de 2010 |
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Lanzamiento en
Sudamérica
Febrero de 2011 |
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Autores |
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Keith Richards
nació en Londres en 1943. Guitarrista, cantante, compositor
y cofundador de los Rolling Stones, ha desarrollado
paralelamente una carrera en solitario y grabado varios
discos con los X-Pensive Winos. Vive en Connecticut con su
mujer Patti Hansen.
James Fox nació
en Washington D.C. en 1945 y conoce a Keith Richards desde
los años setenta, cuando trabajaba como periodista para el
Sunday Times de Londres. Es autor del bestseller White
Mischief. Vive en Londres con su mujer y sus hijos.
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por Keith.
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hacer? es hasta el 10 de diciembre de 2010,
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Suerte!! |
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He dicho!!
(Traducción Mariana Enriquez) |
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EL blues:
Hay algo en lo que produjeron los
sobrevivientes de la esclavitud que es muy elemental, y eso
es lo que yo buscaba. No es algo que se sienta en la cabeza,
sino en las entrañas. Va más allá incluso de la musicalidad
del blues, que es muy variable y flexible. Hay blues ligero
y hay blues pantanoso y tantos otros. Yo existo en el
pantanoso. Escuchen a John Lee Hooker. Tiene una forma de
tocar arcaica. La mayoría del tiempo ignora los cambios de
acordes. Los sugiere pero no los toca. Si está tocando con
otra persona, es el otro el que cambia de acorde, él no, él
se queda. Y es implacable... Escuché a Robert Johnson por
primera vez gracias a Brian (Jones). Lo que escuché me dejó
estupefacto. Llevaba la guitarra, la composición, la
interpretación, todo a una nueva altura. Y al mismo tiempo
me confundía, porque era música de banda, pero tocaba una
sola persona. ¿Cómo podíamos hacerlo? Y nos dimos cuenta de
que los tipos que habíamos estado escuchando, como Muddy
Waters, también habían crecido con Robert Johnson, y lo
habían traducido a formato banda. Era una progresión.
Johnson es una orquesta de un solo hombre. Sus mejores
composiciones tienen una estructura al estilo de Bach. Es
una plataforma. Pero por brillante que sea, en el blues nada
es un chispazo de genio. Un tipo escucha a otro y produce
una variación. Todos están conectados. Y cuanto más lejos en
el tiempo se va con el blues –apenas es hasta los años ‘20,
porque uno escucha los discos–, uno piensa: “Gracias a Dios
por la música grabada. Es lo mejor que nos pasó desde la
escritura”. |
Las chicas:
Yo no colecciono mujeres. No soy ni Bill Wyman ni Mick
Jagger, que cuentan y anotan con cuántas chicas estuvieron.
Nunca me pude ir a la cama con una mujer solamente por sexo.
No me interesa. Quiero besarlas y abrazarlas y hacerlas
sentir bien y protegerlas. Y dejarnos notas cariñosas al día
siguiente y quedar en contacto. Prefiero masturbarme antes
que echarme un polvo pasajero. Nunca pagué por sexo. Me
pagaron, sin embargo. “Te amo, ¡y acá está la heroína!” En
general, siempre me interesaron las chicas que no se me
tiran encima. Y casi nunca doy el primer paso, porque no sé
hacerlo. Sólo sé provocar tensión en el aire, la tensión del
deseo. Eso es todo. En general, ellas toman la iniciativa. |
Las Drogas:
A lo mejor el estilo de vida frenético tenía mucho que ver,
pero yo tenía un sistema a fines de los ‘60. Tomaba un
barbitúrico para despertarme, un subidón recreativo en
comparación con la heroína, aunque igual de peligroso a su
manera. Ese era el desayuno. Un Tuinal, inyectado, así
pegaba más rápido. Y después una taza de té caliente, y
después considerar si levantarse de la cama o no. Y más
tarde a lo mejor un Mandrax o un Quaalude. De otra manera,
tenía demasiada energía para quemar. Así que me despertaba
despacio porque tenía tiempo. Y cuando el efecto se va,
después de unas dos horas, te sentís más relajado, tomaste
el desayuno y podés trabajar. Y a veces tomaba
tranquilizantes para seguir adelante. Cuando estoy
despierto, sé que los tranquilizantes no me van a dormir,
porque ya dormí y porque es difícil dormirme. Lo que hacen
es suavizar mi camino para los siguientes tres o cuatro
días. No tengo intenciones de volver a dormir por un tiempo
y sé que hay suficiente energía en mí que, si no desacelero,
voy a quemar antes de terminar lo que sea que tenga que
terminar, en el estudio, por ejemplo. Usaba las drogas como
equipamiento. Rara vez las usaba por placer. Al menos, esa
es mi excusa. |
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Datos |
Titulo: Vida
Autor: Keith Richards / James FoxTraducción:
ISBN: 9788499420806
Páginas: 515
1ra Edición: 11/2010
Formato: 13,5 x 23,5 cm
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