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Diario El País
-España-
05-11-2001
Revista
Por Juan Villoro
Fotografía:
Karl Lagerfeld |
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Con 50 años, cuarenta con los Rolling
Stones, Mick Jagger no pierde carisma ni actualidad. Ni fama de ser uno de los personajes
más dificiles de entrevistar. Por su humor cambiante. Este mes saca un nuevo disco en
solitario
Viene
a entrevistar a Jagger?
¡En qué se ha metido!", la agente de aduanas sonríe mientras revisa mi pasaporte.
El aeropuerto de Heathrow trabaja con retraso, pero ella ratifica la capacidad inglesa
para el small talk, en unos segundos llega a los nefastos límites de la cultura
pop: "Las superestrellas viven para ser entrevistadas y detestan ser
entrevistadas". Ve mi foto, que no se parece en nada a la cara que llevo esa mañana.
"Son unos anormales". Supongo que se sigue refiriendo a las superestrellas. Le
pido un consejo para mi anormal. "Pregúntele cómo va la cosa con Jerry Hall; si lo
abofetea, es por mi culpa. Bienvenido a Gran Bretaña".
El vivero de la contracultura que hace 35
años merecía el nombre de Swinging London se ha convertido en un tenso bastión
cosmopolita. Los periódicos hablan del choque de civilizaciones, la ruptura de la arcadia
global. Una fauna variopinta insiste en mezclar costumbres y demostrar que la ciudad se
parece a lo que Borges encontró en El aleph: "Vi un laberinto roto: era
Londres". En un cibercafé, un hombre de turbante consulta los resultados del hockey
sobre césped; unas chicas ataviadas a la usanza musulmana ríen ante un cartel que
anuncia una obra de Duchamp en la Nueva Tate: La novia desnudada por sus solteros
,- en un parque infinito, una sirvienta de uniforme empuja un cochecito de bebé en el que
lleva croquetas para perro (la siguen 10 robustos pequineses); en un vagón de tren veo
aún más perros (son bulldogs y todos están en el torso de un hooligan), en el asiento
de enfrente, un hombre con aspecto de lord, o por lo menos de cliente decano de
Burberry's, lee un periódico. Le pido el suplemento de espectáculos porque tiene a
Jagger en la portada: Jumpimg Jack sonrie, mostrando la lengua más fotografiada del
planeta. El cantante habla de su aventura como productor de Enigma, la película de
Michael Apted, con guión de Tom Stoppard.
El reportero ofrece una noticia invaluable: Mick
Jagger está. de buen humor. Fue a la función de gala con su hija, departió con el
príncipe Carlos, bromeó con los calumniadores de la prensa vespertina, saludó a decenas
de súbditos de la Corona y exclamó con el grandeur de quien sabe olvidar que paga
demasiados impuestos: "Yo podría haber hecho de maravilla todos los papeles, pero no
me dejaron".
Mis últimos días han girado en torno al mercurial
humor del líder de los Rolling Stones. Sus demandas emocionales obedecen a un código tan
estricto como el teatro kabuki. Harto de padecer el escrutinio que sin embargo necesita,
evita hasta donde puede el contacto con los cazadores de intimidades y los
desmitificadores de última hora. El protocolo para entrevistar a Jagger pasa por media
docena de chicas amabilísimas que lo llaman Mick y respetan en dosis idénticas la
curiosidad de los periodistas y el mal genio del artista. Pocos hiperquiméticos han
conquistado tan a pulso su derecho a la descortesía. Después de sudar ante millones de
feligreses al ritmo de Peleador callejero, este evangelista del alto volumen no tiene por
qué presentarse como el afable hombre de negocios que también es.
La verdad sea dicha, sería decepcionante
encontrar a un Jagger falto de temperamento. El Leo más famoso desde Napoleón vive para
la notoriedad de sus impulsos. Así las cosas, los días previos a la entrevista abundaron
en informes sobre el clima en la mente del cantante. Mick Jagger acaba de terminar
Goddess in the doorway (Diosa en el umbral), su nuevo disco como solista. A estas
alturas de su supervivencia, no pone nada en riesgo. ¿Hay alguien capaz de creer que
Jagger depende de la música? Como la Coca-Cola o su tocayo Mickey Mouse, es un arquetipo
del siglo XX y ya pertenece a la arqueología del presente. La suite de Jagger es el
equivalente mediático de la recién descubierta tumba de Zed-Khon-uef-ankh en Egipto,
sólo que en este caso el habitante de la cripta es hipersensible. No puede ser de otro
modo para alguien sometido a la fabulación de los otros. En la simplificación positiva,
Jagger es, como escribió Martin Amis, "el menos sedentario de los millonarios",
un coleccionista de top-models, el vitaminado sobreviviente de todos los excesos, la
vibrante encarnación del lema "larga vida a lo efímero". En la simplificación
negativa, Jagger aparece como un prisionero de su fama: se tortura durante cuatro horas
diarias en un gimnasio, come semillas maerobióticas, se inyecta glándulas de mono, le
han injertado pelo de 40 personas y se duerme a las siete de la noche en una cámara
aséptica y solitaria. La aburrida verdad debe quedar en un sitio intermedio, pero no le
conviene a la leyenda.
El mito de Jagger es posible gracias a un milagro
biológico: Keith Richards sigue vivo. El imperio de los Stones es controlado en minucia
por el cantante, pero depende de los oscuros callejones recorridos por el guitarrista. En
Goddess in the doorway, Jagger ha querido recuperar la privacidad con que nadie lo
asocia, la espontaneidad de quien toca con sus amigos y habla de sus complejos y sus
heridas. Ha vuelto a escribir canciones en la cocina, no en la de Keith Richards, donde se
desayuna cerveza a las seis de la tarde, sino en la que es honestamente suya: un
laboratorio para preparar café, digno de la tecnología post-Habitat de Inteligencia
artificial
La invitación a la controlada intimidad de Jagger
me lleva al hotel Mandarin, un escenario de los tiempos de esplendor colonial, sacado de
algún relato de Kipling: vestíbulos de mármol, ujieres indios, chimeneas encendidas,
jardines interiores con helechos. Con renovada amabilidad, la gente de la compañía
Virgin me recuerda que hay una lista de temas prohibidos. "¿Estás nervioso?",
me preguntan. No estoy nervioso porque no he leído la lista, pero empiezo a estarlo
porque bebo tres tazas de té en el bar y un ping-pong de teléfonos móviles nos informa
de que las entrevistas van con retraso. Los reporteros somos guiados como el tráfico
aéreo rezagado en un aeropuerto. Tal vez Jagger ya no está de buen humor Recuerdo
infinidad de entrevistas que el hombre de la lengua ha interrumpido con bostezos y pésima
dicción. Dejo de contar las tazas de té, pero no de beberlas. La representante inglesa
de Virgin se muerde una uña y me dice para motivarme: "Eres el último de la fila;
Mick espera mucho de esta entrevista". Sospecho que hay problemas y apuro otra taza
de té. Su Satánica Majestad aparece a la altura de su fama. Aguzo el oído, en espera de
que un televisor caiga por la ventana.
Una superstición periodística me sugiere una
negra ley de las compensaciones: sería magnífico que Jagger odiara al periodista alemán
que me precede.
La encargada de relaciones públicas llega
al bar: "¿Estás preparado?", pregunta en el tono en que la torre de control se
dirige a un avión sin tren de aterrizaje. El silencio en el ascensor revela que algo
salió mal, pero sobre todo que aún puede ir peor. Pasamos a una surte decorada para
filmar una novela de Henry James. Lo único que desentona con los sofás imperiales y las
mesas de caoba es el hombre en el umbral, vestido con una camisa púrpura, abierta sobre
una camiseta. Lleva un listón en la muñeca (como los que se atan en Brasú para cumplir
un deseo) y sonríe de buena gana: "Soy Mick" (en su caso, la aclaración es una
muestra de ironía).
A los 58 años, Jagger sigue sin estar quieto en
una silla. Cruza y descruza las piernas, gesticula como si tuviera que ser elocuente a
treinta metros de distancia, cargado de una energía sin propósito definido. Sus
facciones se han arrugado en forma decorativa, como el rictus de pistolero de Clint
Eastwood o los inmensos rostros de piedra de Mount Rushmore. Habla de su concierto en
México: "La altura me mataba; deberíamos hacer pretemporada para tocar ahí, como
los equipos de fútbol". Entona Satisfaction del peor modo posible para demostrar la
forma en que el aire mexicano le robó la voz. Algo me dice que la entrevista anterior fue
un desastre. "El periodista alemán fue masacrado: Jagger está de estupendo
humor", piensa el vampiro que habita en todo entrevistador
"..Es
una carga pesada llevar encima los recuerdos de tanta gente. Tiendo a olvidar mis
canciones.." |
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Ha dicho que "Goddess in the
doorway" es el más personal de sus discos. Cuando una celebridad tiene arrebatos de
franqueza, casi siempre se piensa que se trata de otra estrategia en el culto de su
personalidad.
Goddess fue hecho en mi casa, en Francia. El material conservó una integridad
que hubiera perdido en un estudio de Los Ángeles, con intérpretes profesionales que
acaban dándole otra dirección a tus ideas. Pude preservar las canciones como estaban al
principio, y luego recibí el apoyo de amigos como Bono o Pete Townsend. Es un viaje
íntimo porque estuve solo la mayor parte del tiempo.
Scott Fitzgerald escribió que no hay segundos
actos en la historia americana. La cultura pop ama el "comeback" el regreso
contra todos los pronósticos, algo desconocido para el duradero Mick Jagger.
No he tenido tiempo de planear un regreso a la escena porque no he salido de ella.
Sin embargo, en el disco se muestra vulnerable y
habla de numerosas derrotas emocionales. Hacia el final dice: "Debo aprender".
Una frase sorprendente para Jagger.
¡Son las promesas que uno hace a las mujeres! [ríe]. Algo difícil de cumplir.
¿Qué debe aprender?
Cuando te embarcas en un proyecto, ya sea una película como Enigma o un disco
como Goddess, siempre estás aprendiendo cosas. Ignoro lo que debo aprender, sólo
sé que descubro algo nuevo en la búsqueda [Jagger agita las manos; sus ademanes
frenéticos recuerdan lo que tantas veces hemos visto en el escenario: él es su propio
campo de conocimiento; "aprender" significa descubrirse].
"Goddess" explora ritmos muy poco
frecuentados por los Rolling Stones. ¿Puede realmente desmarcarse del conjunto?
Lo último que deseas como solista es que tu disco se parezca a los Rolling Stones.
Ése es el mayor reto, aunque tampoco debes temerles demasiado a las semejanzas. Se trata,
simplemente, de suponer por unos minutos que no han existido los Rolling Stones.
En varias canciones habla de escapar. El
disco parece el último motel del desierto, un refugio para los descarriados.
No estoy seguro de que insista en ese tema. Sólo hablo de eso en Hide away...
También en Too far gone y en Lucky Day. Bueno, ¿no tenemos todos deseos de
largarnos al fin del mundo alguna vez?
¿Donde no haya periodistas?
Exactamente [sonríe]. Pero tampoco me gusta aislarme del todo. Necesito la energía
de los otros [añade en tono de amable antropofagia].
"Don´t call me up" es una de las
canciones más tristes que ha escrito. Aunque trata del fin de una relación amorosa, tal
vez alude a otras cosas. Fue compuesta cuando se acababa la última gira de los Stones.
¿Tan duro es abandonar el camino?
Es durísimo. Nunca sabes si lo volverás a hacer. Jamás he querido renunciar a
actuar en público, pero algún día se acabarán las giras. Ahora ya no puedo tener la
certeza de que volveré al escenario. Estuvimos dos años de gira. Demasiado tiempo, a fui
de cuentas.
Hace algunos años escribió: "El tiempo no
espera a nadie" ¿Hay espacio para la nostalgia tras 40 años con los Stones?
Sí, claro. Pero hay que tener cuidado. La palabra nostalgia, que supongo viene del
griego, tiene la connotación de querer estar en el pasado con demasiada fuerza. El pasado
es un sitio espléndido, no quiero cancelarlo ni arrepentirme de él, pero tampoco quiero
ser su rehén. Quisiera lograr un equilibrio y olvidar algunas cosas. A medida que
envejeces, la gente te habla más y más de tu pasado, lo cual está bien en cierta dosis.
Pero debes cuídarte de no permanecer en el pasado, o corres el peligro de no entender las
cosas que cambian en ti o que cambian a tu alrededor. Esto le puede pasar a cualquier
persona de 30 años. Obviamente, para mí hay un riesgo especial. A la gente le encanta
hablar de cuando era joven y escuchó por primera vez Honky tonk women. ¡Es una
carga bastante pesada llevar encima los recuerdos de tanta gente! Me gusta que pase, pero
debo cuidar- me de que el pasado no me atrape. Por eso tiendo a olvidar mis canciones.
En "Jagger remembers", la extensa
entrevista que Jann S. Wenner le hizo hace unos años para "Rolling Stone", me
sorprendió que no recordara en qué discos estaban muchas de sus canciones. Wenner tenía
que recordárselo. Los 'fans' se acuerdan mejor de su obra que usted.
No soy un bibliotecario de mi mismo. Es bueno no estar muy pendiente de lo que
hiciste. Además, hemos grabado canciones en un mismo día que salen años después en
otros discos.
"..Esta
de moda arrepentirse de los excesos y criticar las drogas que te hicieron tan
feliz.." |
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El pensamiento religioso nunca ha estado muy
presente en sus canciones; sin embargo, ahora se pone místico cuando sube a un coche. En
una canción habla de "buscar la verdad en los callejones", y en otra va en
cuatro ruedas en pos de Buda. Para el movedizo Jagger, un auto parece el equivalente de
una capilla.
¡Me he vuelto un predicador motorizado? Eso sucede porque no soy yo el que conduce y
tengo que pensar en otras cosas. Pasamos tanto tiempo en los coches, que si no tratas de
tener experiencias ahí, te vuelves loco [se acomoda por enésima vez en su asiento,
demostrando lo ardua que le parece la vida sedentaria]. La gente se vuelve muy pensativa
en los coches. Supongo que no soy muy consciente de las metáforas que uso y me serví de
los coches en estas búsquedas. Pero los autos ya no me interesan en sí mismos. No los
colecciono [hace una pausa, enfatizando que cuando algo le interesa, puede multiplicarlo
sin término; un recuerdo cambia el rumbo de su mirada y de sus palabras]... No me
interesan los coches, pero el otro día vi 100 Ferrari en una plaza de París, y eso me
gustó.
Usted es el alumno más famoso de la London School
of Economies.
Hay otros, pero no me acuerdo de ellos [suelta una carcajada tan fuerte que oímos
suspiros en la suite adyacente, donde aguarda el equipo de Virgin.
Durante un tiempo frecuentó las tertulias
laboristas en el restaurante The Gay Hussar y ha escrito canciones con tema político.
¿Querría comentar algo sobre el ataque a las Torres Gemelas?
Éste no es un buen momento para hablar [se mesa el pelo). Aprecio que me pregunte,
pero no es el sitio correcto para hablar del asunto [de nuevo las manos rumbo a la
melena]. Acabo de hacer una entrevista con Rolling Stone en la que sólo hablo de eso, hay
que concentrarse en el asunto [un tercer contacto con el pelo del que parecen surgir
impulsos decisivos].
Parece que asistimos a una nueva Edad Media, una
guerra santa en la que se dirimen fanatismos.
El fanatismo de cualquier tipo es muy peligroso. No se trata de un conflicto entre
naciones porque el fanatismo es pan-nacional. ¿Existe esa palabra? El caso es que no
estamos ante el separatismo de un pequeño movimiento nacional. Esto es muy distinto a lo
que pasa en Irlanda o en el País Vasco. Es algo totalmente pan-nacional. Aquí no se
reivindica un territorio. Ni siquiera hay un territorio de referencia para esta guerra.
El salvaje ataque en Manhattan ha desatado una ola
de patriotismo en Estados Unidos. Martin Amis escribió hace poco que a los
norteamericanos les parece incornprensible que alguien los odie, y, sin embargo, hay
razones históricas para oponerse a su política. lrak ha perdido al 5% de su población,
una cifra que en Estados Unidos equivaldría a 14 millones de personas.
Hay muchísimos norteamericanos que no tienen la menor idea de cuál ha sido la
política exterior de su país. Y no lo digo de forma especialmente peyorativa. Es una
cuestión de hecho. Si no sabes nada, no puedes entender lo que sucede. Los
norteamericanos reciben explicaciones demasiado simples de lo que les pasa. En Francia,
donde ahora vivo, hay mucha gente que critica la política norteamericana. A los
norteamericanos les parece inconcebible que esto suceda. "¡Si nosotros los ayudamos
en la II Guerra Mundial!", dicen. No pueden entender que no los quieran. En cambio,
si eres británico, te acostumbras pronto a que no te quieran. Los irlandeses nos
recuerdan agravios de hace 100 años, lo cual es un poco exagerado; tal vez deberíamos
reaccionar quedándonos de lo que los franceses nos hicieron hace aún más tiempo.
Volviendo a Estados Unidos, ellos tienen el problema del vacío histórico. Ahora tengo
que ser muy cuidadoso con mis amigos norteamericanos. Están muy alterados. ¡Los que
defienden la moderación son capaces de estrangular a los que defienden el ataque frontal!
La polarización afecta a las familias y los grupos de amigos. Se ha roto todo tipo de
alianzas y trincheras. Es una situación paralizante. Una guerra civil de la opinión. Lo
importante en esa guerra es que hay cada vez más gente que disiente de la mayoría. El
patriotismo es una reacción instantánea que se diluye cuando empieza la guerra.
No parece haber grandes caudillos en nuestro
tiempo. Hace algunos años, el novelista John Mortimer le consultó a usted en materia de
carisma. En aquel entonces, Rasputín le parecía la superestrella del carisma.
Una elección curiosa. ¿Eso dije?
¿A qué carismático elige esta tarde?
A Casanova. No tenía dinero ni poder, y, según algunas personas, ni siquiera era
guapo. Pero tenía talento para la vida, y algo de talento literario. Me encanta cómo se
inventó a sí mismo. Esa época está llena de figuras que se las arreglan para llegar de
modo extraño a la cima de la sociedad. Cagliostro me parece otro tipo admirable. Un
estafador religioso. Y Potemkin, el amante y colaborador político de Catalina la Grande.
Ha mencionado a carismáticos que seducen en la
intimidad.
Sí- Casanova ejercía su carisma en corto, cara a cara. No era un seductor de
auditorios.
¿Escribiría su autobiografía?
Las biografías de las celebridades pop británicas son horrorosas. La spice girl
Victoria Beckham acaba de publicar la historia de su vida. Confieso que no está en mi
mesa de lectura. Es increíble lo que se dice en ese subgénero que cuenta las supuestas
vidas de las celebridades. El otro día leí un artículo increíble y me enteré de que
Jerry Hall tiene una hinchazón en el seno. Eso les parecía no sólo digno de una
entrevista, sino de ocupar la portada. Está de moda hablar de las partes más privadas de
tu vida. otra moda es arrepentirte de tus excesos y criticar las drogas que te hicieron
tan feliz en otro tiempo. Leo las cosas más extravagantes de gente que sufre y se deprime
por escrito de todo lo que antes le gustaba [Jagger se lleva una mano a la frente,
imitando una pose de diva ultrajada por los recuerdos].
Entonces no ha llegado el momento de la
autobiografía.
Ciertamente, no de escribir una de ese tipo. Cuando la escriba, será devastadora [la
última palabra sale en el tono rasposo de un reportero que fuma mucho].
Sin embargo, sus nuevos proyectos tienen que ver
con la intimidad. Prepara un vídeo, una especie de película casera.
Sí, le pido a la gente que me filme. Es un programa de televisión que sólo trata
del instante, de lo que ocurre ahora.
¿El guión que está escribiendo para Scorese
también es autobiográfico?
Para nada. Se The long play y es la historia de dos ejecutivos de la industria
del disco, entre 1965 y 1995. No tiene que ver conmigo. Es sobre el negocio de la música
[Jagger subraya la diferencia, como si alguien pudiera pensar que su vida y el negocio son
términos equivalentes]. Tal vez haga un papel, pero seré otro.
La canción "God gave me everything"
parece el reverso de un terna de juventud, 'You can´t always get what you want". Ha
dicho que escribió la letra en diez minutos, cuando la música ya estaba lista.
Sí, Lenny Kravitz me esperaba con las palabras.
Algunos podrían pensar que en esos diez minutos,
el flujo de la conciencia lo llevó a un excepcional momento de sinceridad y se vio con la
grandeza de un Dios. Sin embargo, la canción tiene un tono herido, parece un grito para
seguir luchando.
Así es. [El reportero pierde el tiempo esperando apostasías: "No soy Dios"
y encabezados por el estilo. Jagger guarda un silencio de icono].
El mundo del espectáculo tiene una curiosidad
obscena por sus ídolos. Los ídolos están hartos, pero necesitan de las cámaras. ¿En
qué medida podemos creer que la verdadera intimidad de alguien tan revisado por la mirada
pública se encuentra en el disco "Goddess" y no en los chismes de la prensa?
Hay que transmitirlo de manera poética o no logras nada. Si logras una imágen
poética, incluso puedes hablar de la hinchazón en el seno de Jerry Hall. Lo decisivo es
la forma. La gente cree conocerte, y en cierta forma conoce cosas de ti que has olvidado o
nunca supiste, pero eso no está en juego en una canción. Mis secretos deben ser
poéticos para que sean creíbles.
"Gun" me recordó a William Burroughs,
disparando contra su esposa en México. Es una canción de amor donde el protagonista pide
que le disparen. No creo que haya cantado nada más violento.
Si la canción es violentísima y no sé de dónde me vino. Normalmente no soy un tipo
violento.
En la canción, usted no se ve como el asesino,
sino como la víctima.
Realmente es una canción extraña. Todo parte de la pregunta: "¿Dónde voy a
morir?". Es una preocupacion fuerte
Ha descrito el disco como música que puede ser
creada en una cocina.
Me refiero a que puedes tocar este tipo de música sin acudir a los grandes estudios.
Así era antes el pop y tal vez así debería ser siempre. Algo que puedes tocar aquí y
ahora. Lo que no puedes tocar en tu cocina es rap. El rap no va ahí. Eso se hace en la
cocina de los vecinos.
En las entrevistas a las celebridades, cada minuto
adicional equivale a una yarda ganada de milagro en un partido de rugby "¿Es
suficiente?", pregunta Jagger, que en Wild horses cantó: "Tengo libertad, pero
no tengo mucho tiempo". Se pone de pie. Sabe que la entrevista duró más de lo
convenido, un lapso que en la avasallante celeridad del pop equivale a una edad clásica.
Jagger se mueve con desesperada premura de una
eternidad a otra; no es una ruina agraviada ni una reliquia ennoblecida por los años; su
único espacio es el presente, un presente detenido. Ninguna frase captura mejor su
circunstancia que la conjetura que pronunció en la entrevista: "Supongamos que no
existen los Rolling Stones". En cuatro décadas de vida pública, Mick Jagger es ya
un relato colectivo. Su pose más seductora y radical es la de desconocerse. Imposible
saber con qué ahínco cultiva la soledad y el olvido. De cualquier forma, su personaje
sólo en parte le pertenece. |